Una bomba tripulada

En la entrada anterior mostraba algunos diseños de tanques propuestos en los años previos a la guerra por imaginativos inventores estadounidenses y publicados en la revista Popular Science. Parece difícil que alguien pudiese superar en originalidad a aquellos estrambóticos diseños. Difícil, pero no imposible, como se demuestra en un artículo publicado en agosto de 1938 en Mechanix Illustrated, en el que se describía nada menos que una bomba de aviación pilotada.


Se trataba de un arma antibuque, similar a un pequeño avión, aunque sin propulsión propia. Tendría tan solo unos rudimentarios mandos para permitir al piloto controlar la dirección y la altitud. En el morro llevaría incrustada una bomba de demolición de 3.500 libras (1.600 Kg). El aparato tenía que ser transportado a las proximidades de su objetivo por un bombardero. Una vez allí, se desprendería a una altura de 10.000 pies, y planearía hasta situarse encima de su blanco. Entonces el piloto se lanzaría en picado contra el buque, soltaría la carga explosiva del morro y saltaría en paracaídas. En el agua tendría que esperar en una balsa de goma hasta ser recogido por un buque amigo, o al menos eso es lo que habrían hecho creer al pobre piloto.


El padre de la criatura no era precisamente un desconocido inventor chiflado. Fue una propuesta de Lester P. Barlow, ingeniero y antiguo piloto en el ejército de Pancho Villa (no es un chiste), que durante la revolución mexicana diseñó y supervisó la fabricación de bombas de aviación e ideó algunas de las primeras técnicas de bombardeo aéreo de la historia (hablamos de 1915). En la Primera Guerra Mundial sus patentes fueron muy utilizadas, lo que le convirtió en un hombre muy rico. Y también en un prestigioso experto en explosivos y municiones aéreas.

La idea de bombas antibuque tripuladas puede parecer una locura (bueno, en realidad era una locura), pero Barlow no fue el único al que se le ocurrió algo parecido. En este blog ya hemos hablado del Proyecto Selbstopfer alemán, que no era otra cosa que la fabricación de bombas volantes V-1 con cabina para un tripulante. Después de todo, con la tecnología que había en la época, la forma más sencilla de solucionar el problema del guiado de las bombas y de los primeros misiles era añadiéndoles un piloto. En el Proyecto Selbstopfer se llegó a construir una serie de V-1 tripuladas (oficialmente denominadas Fi 103 R) y a hacerse varias pruebas de vuelo. Después de unos cuantos accidentes, la Lufwaffe dio carpetazo al proyecto, ya que sus mandos no estaban dispuestos a perder a sus mejores pilotos en misiones suicidas. Y es que, al igual que en la propuesta de Barlow, en teoría el piloto tenía que saltar en paracaídas una vez hubiese dirigido la bomba contra el blanco, pero el ángulo y la velocidad del picado haría muy difícil que consiguiese abandonar la carlinga, por lo que en la práctica era un arma suicida (de hecho Selbstopfer en alemán significa "sacrificio").

Las que sí estaban consideradas armas suicidas eran sus equivalentes japonesas, como el famoso Ohka, o el Kawanishi Baika, la versión japonesa de la Fi 103 R, que no pasó de la fase de diseño.

Fuentes:
http://blog.modernmechanix.com/flying-bomb-guided-by-man-pilot/
http://es.wikipedia.org/wiki/Lester_P._Barlow


2 comentarios:

  1. Creo que esos pilotos de bombas tripuladas lo tenían un poco crudo.
    Un saludo.

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    1. Cierto, lo tenían crudo para no acabar fritos.
      Saludos.

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